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Un dia ......
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He de confesar que tengo pánico a las ludotecas. Cuando alguno de mis hijos era invitado a una fiesta de cumpleaños en una
ludoteca me entraba depresión, pero cuando ya estaba dentro de la ludoteca y veía a los niños corriendo sudados entre túneles
de plástico repitiendo una vez tras otra un circuito absurdo no podía dejar de comparar la infancia que yo había tenido con la
que les ha tocado vivir a ellos. Sin duda alguna, la calidad de mi infancia en un pueblo fué muy superior a la que ahora tienen
en la ciudad.
Y por si nos queda algún tipo de duda acerca la baja calidad de vida que ofrecemos a los niños en las ciudades, nada mejor que buscar por Internet alguna entrevista al pedagogo italiano Francesco Tonuci que afirma que “Los niños aprenden mucho más jugando que estudiando, haciendo que mirando. El juego que hacen solos sin el control de los adultos es la forma cultural más alta que toca un niño. Los niños que han podido jugar bien y durante mucho tiempo serán adultos mejores”. Christopher Clouder, experto en pedagogía, nos adverte que deberíamos tener en cuenta que “hay mucho tiempo para ser adultos y poco para ser niños”. Pues no es que no se lo pasaran bien en la ludoteca, claro que se divertían, debían divertirse a la fuerza porque simplemente las alternativas para ellos en la ciudad son más bien escasas o nulas. Si tenemos en cuenta que los patios de las escuelas permanecen cerrados fuera del horario escolar, que en la mayoría de plazas o interiores de manzana ajardinados se prohibe jugar a pelota, que en las calles hay pocos o ningun banco donde sentarse, que no hay posibilidad de jugar en la calle, deben divertise "a la fuerza" en las ludotecas porque la única alternativa que les queda es quedarse encerrados en su casa jugando a la playstation, pintando, recortando o jugando con las muñecas. Podemos pensar que llevándoles al campo o la playa algún fin de semana satisfacemos sus necesidades, pero no nos engañemos lo que necesitan los niños son actividades que puedan desarrollar de forma autónoma, sin la vigilancia permanente de los adultos. Las pocas zonas verdes que existen en Barcelona están alejadas de nuestros hogares lo que hace inviable que puedan ser utilizadas por los niños a no ser que vayan acompañados de adultos. Construímos parques infantiles, recuperamos interiores de manzana, pero no conseguimos que los niños puedan desarrollarse en la ciudad sin estar vigilados continuamente por los adultos. El poco césped que hay no se puede pisar. Si te subes a un árbol en un parque, te llaman la atención. Que ni se le ocurra jugar a pelota en la calle. La bicicleta no está permitida por las aceras y circular en bici por las calles, con el tráfico actual supone para un niño correr un riesgo muy elevado. ¿Cual es la solución? No lo sé, no soy ningún experto, pero nuestros gobernantes se gastan fortunas en asesores que sí deberían ser expertos en estas cuestiones y están obligados a encontrar una solución, porque una ciudad donde los niños no hayan podido desarrollarse adecuadamente difícilmente generará adultos con la cabeza debidamente amueblada. Me atrevo a sugerir que la solución pasa por reducir drásticamente la velocidad máxima permitida en la ciudad para minimizar riesgos, por ensanchar las aceras, por limpiarlas de motocicletas, por colocar bancos en las calles para que niños y adultos puedan sentarse, reunirse, jugar, por fomentar el pequeño comercio y sobretodo el comercio autóctono, por crear centros en el barrio donde se pueda jugar al ajedrez, al billar o al parchís. Barcelona, noviembre de 2011 |
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